sábado, 14 de mayo de 2011

Carta abierta a la OTAN

A quien corresponda:

El pasado 17 de marzo de 2011 el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas declaró el establecimiento de una zona de exclusión aérea mediante la Resolución 1973, autorizando a los Estados miembros de la ONU el uso de “todas las medidas necesarias” para proteger a la población civil de Libia, con exclusión expresa del uso de fuerzas de ocupación en cualquier lugar del territorio.

Dicha resolución se ampara en una supuesta “masacre” del gobierno de Gadafi contra los manifestantes que salieron en protesta demandando reformas sociales y económicas a mediados de febrero. Según la cadena Al Jazeera las fuerzas del ejército habrían bombardeado en Trípoli a los manifestantes causando cientos de víctimas mortales. Sin embargo, no hay pruebas objetivas que puedan corroborar el uso de la fuerza indiscriminada, y mucho menos de bombardeos contra la población civil, por parte de las autoridades libias.

Tras las primeras protestas, inmediatamente se inició un levantamiento armado en la ciudad de Benghazi, lo que ha desencadenado un enfrentamiento entre fuerzas del ejército y milicias opositoras procedentes del este del país. En tal caso ya estaríamos hablando de un conflicto interno entre dos bandos armados y no de represión contra manifestantes.

Aún así la resolución 1973 se ha determinado en base a una serie de informaciones que han resultado ser falsas a través de varios medios cuya imparcialidad ha quedado en entredicho. Hay evidencias de que esos medios, en lugar de informar, están ofreciendo únicamente una de las versiones del conflicto, y deliberadamente ocultan información que comprometería la credibilidad de la intervención “humanitaria” en Libia.

Apenas se ha mencionado que el gobierno de Gadafi recibe el apoyo de la mayor parte de la población civil, y tampoco se está informando sobre las agresiones del bando rebelde en contra de los intereses del pueblo libio. Por su parte, el gobierno ruso ya ha demostrado que el principal argumento para intervenir en Libia, el bombardeo contra civiles por parte del ejército libio, nunca se ha producido.

La Resolución 1973 únicamente autoriza a proteger a la población civil. Sin embargo las fuerzas de la OTAN han vulnerado dicha Resolución al tomar parte activa en la lucha contra el gobierno de Gadafi, favoreciendo los intereses del bando rebelde. Las fuerzas de la OTAN están llevando a cabo ataques militares en territorio libio, y el número de víctimas mortales entre la población civil a causa de la agresión aliada ya supera la supuesta “masacre” que se pretendía evitar.

Por su parte, la OTAN ha desestimado la Hoja de Ruta propuesta por la Unión Africana para buscar una solución pacífica al conflicto. Si bien el gobierno de Gadafi se ha mostrado favorable a las negociaciones, no parece que la OTAN tenga interés por cesar las agresiones.

Tras la muerte del hijo y varios nietos de Gadafi el pasado  1 de mayo a causa de las bombas “inteligentes” de la OTAN, y varias declaraciones por parte de las fuerzas aliadas afirmando que Gadafi es un objetivo legítimo, tenemos serios motivos para pensar que desde el principio nos están mintiendo y el objetivo de esta intervención no es el de proteger a la población civil. Ya tenemos varios precedentes de manipulación mediática para justificar una guerra “humanitaria”, y al final siempre sale perjudicada la misma población civil que supuestamente se pretende proteger.

Por todo lo anterior nos solidarizamos con el pueblo libio y a través de este comunicado exigimos el cese inmediato de la intervención militar para buscar una solución pacífica al conflicto mediante el diálogo y la negociación. De igual manera mostramos nuestro rechazo a una agresión internacional que únicamente está causando la pérdida de vidas inocentes en base a una intervención que viola el Derecho Internacional y va en contra de los principios democráticos más elementales.

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Carta abierta a la OTAN por Jorge Díaz se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 3.0 Unported.

domingo, 20 de marzo de 2011

El Caos en Oriente Medio


Si Edward Lorenz no se hubiese interesado por las matemáticas y la meteorología cuando era niño, posiblemente nunca habría descubierto que, lejos de lo que proponía el paradigma del pensamiento cartesiano, existen límites de predicción en ciertos sistemas. De manera que cualquier variación en las condiciones iniciales de ese sistema podía tener una gran influencia en el resultado final. Para explicar esta idea de forma más sencilla, Lorenz propuso el ejemplo de una mariposa que provocaba una tormenta en Nueva York con el simple aleteo de sus alas en Pekín; nadie podría haber previsto que esa mariposa iba a causar una tormenta en otro lugar del planeta si previamente no se había tenido en cuenta esa posibilidad.

Lorenz, podría haber elegido otra profesión, sin embargo se graduó en meteorología por la Universidad de Massachusetts sin saber que acabaría desarrollando la famosa teoría del caos. Seguramente no imaginó que su trabajo serviría para conocer mejor desde fenómenos atmosféricos a fluctuaciones de bolsa. Se podría decir que, de alguna manera, el efecto mariposa está presente en prácticamente todos los ámbitos de nuestras vidas.


La mariposa bate sus alas

Nadie habría imaginado a principios de este año, que un simple vendedor ambulante de veintiséis años iba a desencadenar en Túnez la revolución islámica que ha puesto patas arriba al mundo entero. El pasado mes de enero, Mohamed Bouazizi decidió inmolarse delante de la delegación del Gobierno después de haber sido golpeado y humillado públicamente por una funcionaria de la Policía. Su muerte fue la gota que colmó el vaso de un país donde la corrupción, el desempleo y la pobreza habían llegado a extremos insostenibles. Tras un mes de disturbios que dejaron centenares de muertos y heridos en los enfrentamientos entre el ejército y el pueblo tunecino, el presidente Ben Ali, en contra de todo pronóstico, acabó renunciando al poder. Inmediatamente después, miles de egipcios, inspirados por las revueltas en Túnez, salieron a las calles de la capital para protestar contra el régimen de Hosni Mubarak, a quien no quedó más remedio que presentar su dimisión y salir del país tras perder el apoyo de su ejército, pocos días después de los primeros disturbios.


La tormenta en Libia

La ola revolucionaria se extendió rápidamente por el norte de África y Oriente Próximo. Para entonces los medios de comunicación ya habían cogido carrerilla y las informaciones de nuevas revueltas populares se iban sucediendo en Argelia, Marruecos, Bahrein, Omán, Irán, Costa de Marfil, Irak... Sin embargo, no es de extrañar que de todos los levantamientos fuese el del pueblo libio el que centrase toda la atención mediática. A pesar de que durante las últimas décadas la diplomacia internacional no ha tenido problema en apoyar abiertamente –o en vender armas– al régimen libio, y que posiblemente la situación en otros países fuese mucho menos sostenible, lo cierto es que el escenario en Libia reunía las condiciones perfectas para continuar con todo este circo; un malvado dictador con una trayectoria  de  terror y muerte a la altura de cualquier superproducción de Hollywood, y la amenaza de perder el suministro de petróleo en Occidente como telón de fondo. Y, a pesar de que las informaciones que nos llegaban de los medios sólo buscaban seguir manteniendo la atención de su público, y que el rigor periodístico brillaba por su ausencia, hemos vuelto a caer en la trampa de pensar que lo que estaba sucediendo en Libia seguiría el mismo patrón de Túnez y Egipto.

Ya nos avisó Lorenz al describir en su teoría del caos que cualquier error de interpretación en las condiciones iniciales de un sistema caótico, podría provocar resultados inesperados. Lo que en un principio aparentaba ser una revuelta popular, en este momento se aproxima más a una guerra civil entre dos bandos armados y organizados: por una parte los partidarios de Gadafi, que por lo visto son más de los que podíamos pensar en un principio; y por otra parte la milicia rebelde –que a saber cómo ha conseguido armarse y organizarse con tanta facilidad–. Aún así, a pesar de los avisos de Lorenz, no están faltando hipótesis de las más variadas: Gadafi, supuestamente para contrarrestar los efectos de la propaganda enemiga y manipular la opinión pública a su favor o en contra de los que apoyen a los rebeldes, afirma que las fuerzas opositoras en realidad son integristas islámicos de Al-Qaeda. Por su parte, Chávez y Castro, viendo que a este ritmo podrían ser ellos los próximos en caer, aseguran que los medios están manipulando la opinión pública para justificar una posible intervención militar de Occidente, con la intención de hacerse con las reservas de petróleo del país. Y es que nadie pone en duda que el pueblo libio se haya levantado contra el régimen de Gadafi porque realmente tenga sed de democracia, pero hay que reconocer que con tanta guerra propagandística y tanta desinformación, uno ya no sabe si alguien dice la verdad.


El eterno retorno

Mientras tanto las fuerzas militares de la ONU ya han enviado buques de guerra y tropas militares, supuestamente para garantizar ayuda humanitaria a la población civil que está abandonando el país. Además, se acaba de decretar la zona de exclusión aérea para evitar que el ejército de Gadafi pueda bombardear a los manifestantes rebeldes –que, tal como se puede apreciar en las imágenes que nos van llegando, están bien armados y no parecen tan inofensivos como al principio nos habían dicho–. Y hace tan sólo unos días, Francia y Reino Unido sugerían una intervención militar en Libia ante el hipotético uso de “armas químicas” en manos del ejercito de Gadafi contra las tropas rebeldes. Lo más llamativo –o preocupante, según se mire– es que esta propuesta surge muy pocos días después de que Rafid Ahmed Alwan al-Janabi, conocido como Curveball por los servicios de inteligencia, confesara que mintió sobre la supuesta existencia de un programa de producción de armas de destrucción masiva en Irak. Y, a pesar de que la inteligencia alemana y británica tenía conocimiento de que estaba mintiendo, su testimonio fue utilizado en el discurso de Colin Powell ante la ONU como principal argumento para justificar una intervención militar en Irak. Pero como de esto último apenas se habla en los medios, mejor pasar página.

En fin, si Nietzsche estuviese entre nosotros, posiblemente, ante el desconcierto de Oriente, sacaría pecho, y con el orgullo de quien ha superado todos sus miedos y se sabe un superhombre, nos recitaría desafiante algunos fragmentos de su obra en torno a la idea del eterno retorno; la misma idea que sugiere que los acontecimientos se vuelven a repetir cíclicamente, una vez detrás de otra, hasta el infinito. Pero, volviendo a la realidad, ¿significa esto que los sucesos ya vividos se repetirán nuevamente? Por si acaso, mejor antes preguntamos a Lorenz, el creador del caos.

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