domingo, 20 de marzo de 2011

El Caos en Oriente Medio


Si Edward Lorenz no se hubiese interesado por las matemáticas y la meteorología cuando era niño, posiblemente nunca habría descubierto que, lejos de lo que proponía el paradigma del pensamiento cartesiano, existen límites de predicción en ciertos sistemas. De manera que cualquier variación en las condiciones iniciales de ese sistema podía tener una gran influencia en el resultado final. Para explicar esta idea de forma más sencilla, Lorenz propuso el ejemplo de una mariposa que provocaba una tormenta en Nueva York con el simple aleteo de sus alas en Pekín; nadie podría haber previsto que esa mariposa iba a causar una tormenta en otro lugar del planeta si previamente no se había tenido en cuenta esa posibilidad.

Lorenz, podría haber elegido otra profesión, sin embargo se graduó en meteorología por la Universidad de Massachusetts sin saber que acabaría desarrollando la famosa teoría del caos. Seguramente no imaginó que su trabajo serviría para conocer mejor desde fenómenos atmosféricos a fluctuaciones de bolsa. Se podría decir que, de alguna manera, el efecto mariposa está presente en prácticamente todos los ámbitos de nuestras vidas.


La mariposa bate sus alas

Nadie habría imaginado a principios de este año, que un simple vendedor ambulante de veintiséis años iba a desencadenar en Túnez la revolución islámica que ha puesto patas arriba al mundo entero. El pasado mes de enero, Mohamed Bouazizi decidió inmolarse delante de la delegación del Gobierno después de haber sido golpeado y humillado públicamente por una funcionaria de la Policía. Su muerte fue la gota que colmó el vaso de un país donde la corrupción, el desempleo y la pobreza habían llegado a extremos insostenibles. Tras un mes de disturbios que dejaron centenares de muertos y heridos en los enfrentamientos entre el ejército y el pueblo tunecino, el presidente Ben Ali, en contra de todo pronóstico, acabó renunciando al poder. Inmediatamente después, miles de egipcios, inspirados por las revueltas en Túnez, salieron a las calles de la capital para protestar contra el régimen de Hosni Mubarak, a quien no quedó más remedio que presentar su dimisión y salir del país tras perder el apoyo de su ejército, pocos días después de los primeros disturbios.


La tormenta en Libia

La ola revolucionaria se extendió rápidamente por el norte de África y Oriente Próximo. Para entonces los medios de comunicación ya habían cogido carrerilla y las informaciones de nuevas revueltas populares se iban sucediendo en Argelia, Marruecos, Bahrein, Omán, Irán, Costa de Marfil, Irak... Sin embargo, no es de extrañar que de todos los levantamientos fuese el del pueblo libio el que centrase toda la atención mediática. A pesar de que durante las últimas décadas la diplomacia internacional no ha tenido problema en apoyar abiertamente –o en vender armas– al régimen libio, y que posiblemente la situación en otros países fuese mucho menos sostenible, lo cierto es que el escenario en Libia reunía las condiciones perfectas para continuar con todo este circo; un malvado dictador con una trayectoria  de  terror y muerte a la altura de cualquier superproducción de Hollywood, y la amenaza de perder el suministro de petróleo en Occidente como telón de fondo. Y, a pesar de que las informaciones que nos llegaban de los medios sólo buscaban seguir manteniendo la atención de su público, y que el rigor periodístico brillaba por su ausencia, hemos vuelto a caer en la trampa de pensar que lo que estaba sucediendo en Libia seguiría el mismo patrón de Túnez y Egipto.

Ya nos avisó Lorenz al describir en su teoría del caos que cualquier error de interpretación en las condiciones iniciales de un sistema caótico, podría provocar resultados inesperados. Lo que en un principio aparentaba ser una revuelta popular, en este momento se aproxima más a una guerra civil entre dos bandos armados y organizados: por una parte los partidarios de Gadafi, que por lo visto son más de los que podíamos pensar en un principio; y por otra parte la milicia rebelde –que a saber cómo ha conseguido armarse y organizarse con tanta facilidad–. Aún así, a pesar de los avisos de Lorenz, no están faltando hipótesis de las más variadas: Gadafi, supuestamente para contrarrestar los efectos de la propaganda enemiga y manipular la opinión pública a su favor o en contra de los que apoyen a los rebeldes, afirma que las fuerzas opositoras en realidad son integristas islámicos de Al-Qaeda. Por su parte, Chávez y Castro, viendo que a este ritmo podrían ser ellos los próximos en caer, aseguran que los medios están manipulando la opinión pública para justificar una posible intervención militar de Occidente, con la intención de hacerse con las reservas de petróleo del país. Y es que nadie pone en duda que el pueblo libio se haya levantado contra el régimen de Gadafi porque realmente tenga sed de democracia, pero hay que reconocer que con tanta guerra propagandística y tanta desinformación, uno ya no sabe si alguien dice la verdad.


El eterno retorno

Mientras tanto las fuerzas militares de la ONU ya han enviado buques de guerra y tropas militares, supuestamente para garantizar ayuda humanitaria a la población civil que está abandonando el país. Además, se acaba de decretar la zona de exclusión aérea para evitar que el ejército de Gadafi pueda bombardear a los manifestantes rebeldes –que, tal como se puede apreciar en las imágenes que nos van llegando, están bien armados y no parecen tan inofensivos como al principio nos habían dicho–. Y hace tan sólo unos días, Francia y Reino Unido sugerían una intervención militar en Libia ante el hipotético uso de “armas químicas” en manos del ejercito de Gadafi contra las tropas rebeldes. Lo más llamativo –o preocupante, según se mire– es que esta propuesta surge muy pocos días después de que Rafid Ahmed Alwan al-Janabi, conocido como Curveball por los servicios de inteligencia, confesara que mintió sobre la supuesta existencia de un programa de producción de armas de destrucción masiva en Irak. Y, a pesar de que la inteligencia alemana y británica tenía conocimiento de que estaba mintiendo, su testimonio fue utilizado en el discurso de Colin Powell ante la ONU como principal argumento para justificar una intervención militar en Irak. Pero como de esto último apenas se habla en los medios, mejor pasar página.

En fin, si Nietzsche estuviese entre nosotros, posiblemente, ante el desconcierto de Oriente, sacaría pecho, y con el orgullo de quien ha superado todos sus miedos y se sabe un superhombre, nos recitaría desafiante algunos fragmentos de su obra en torno a la idea del eterno retorno; la misma idea que sugiere que los acontecimientos se vuelven a repetir cíclicamente, una vez detrás de otra, hasta el infinito. Pero, volviendo a la realidad, ¿significa esto que los sucesos ya vividos se repetirán nuevamente? Por si acaso, mejor antes preguntamos a Lorenz, el creador del caos.

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El Caos en Oriente Medio por Jorge Díaz se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-CompartirIgual 3.0 Unported.

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